jueves, 21 de marzo de 2013


Recabarren
(Sobre "El fin", de J. L. Borges)


“Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua”

("Arte poética", El hacedor, 1960)



En los vastos análisis sobre el cuento “El fin”, de Jorge Luis Borges, mucho se ha dicho sobre las circunstancias formales del cuento. Mucho se ha dicho sobre el trabajo de las descripciones y la trama, sobre los guiños al Martín Fierro y sobre algunas concepciones filosóficas que se prestan a estudio en el cuento que continúa la historia de Martín Fierro, dándole al poema un final que Hernández dejara abierto. Para el citado trabajo, Borges utiliza como personajes a Martín Fierro y al moreno con quien el gaucho mantuvo la famosa payada hacia el final del poema. Estos personajes no son nuevos y tal vez por ese motivo, acaso por cautela, Borges no entorpece la descripción de estos hombres de los que solo nos interesa su destino. Hay, sin embargo, un personaje de invención propia, a quien el autor utiliza para contrastar el vértigo de la acción que supone el tema del cuento. Dicho personaje es Recabarren y, si bien muchas concepciones e interpretaciones se han arrojado sobre su dualidad, pasividad y puesta en escena, en el siguiente trabajo se pretenderá abordar un aspecto poco advertido del nombrado personaje. Dicho aspecto involucra y relaciona la etimología del apellido vasco del pulpero con un tema recurrente en la prosa de Borges y que veremos a continuación.
En el libro Los abuelos vascos en el Río de La Plata (Editorial Biblos, Azul, 1995), del investigador Alberto Sarramone, existe un capítulo dedicado al origen y significado de los apellidos vascos. Por índice alfabético podemos encontrar las raíces de las distintas familias vascas que poblaron la pampa. Si nos detenemos en Recabarren, encontramos lo siguiente:
Recabarren: recavarren: parte baja del curso del arroyo.
Mi intención es, a continuación, establecer una relación entre el significado del apellido vasco con la dualidad temporal que el personaje supone en el relato, teniendo en cuenta la sentencia de Heráclito, que compara el tiempo con un río.
Recordaremos que en el prólogo a la reedición de 1956 del libro Ficciones, Borges nos cuenta que nada, o casi nada, es invención suya en el cuento “El fin”, salvo el personaje Recabarren, “cuya inmovilidad y pasividad sirven de contraste”. Sabemos que Recabarren es el pulpero que había presenciado la payada entre Fierro y el moreno y que en el cuento está postrado en un catre, con la mitad de su cuerpo paralizada. El pulpero es atendido por un niño de rasgos aindiados al que llama haciendo sonar un cencerro. Recabarren puede oír lo que ocurre en la pulpería y ver solamente lo que se enmarca en la ventana de su habitación. A través de dicha ventana este hombre postrado mira la llanura inmensa, la luna y, hacia el final, el duelo a cuchillo en que Martín Fierro muere a manos del moreno.
Las descripciones que pintan a Recabarren son pocas pero suficientes como para que entendamos que es un hombre que había aceptado la parálisis como antes había aceptado la soledad y el rigor de América; que vivía en el presente, como los animales; que ahora cumplía con su destino de presenciar el fin.
Estos elementos descriptivos nos proponen a un personaje que vive más allá del tiempo, que desde su mirada nos cuenta una realidad a medias, que desde su mitad muerta supone la eternidad.
La infinitud, el destino y la eternidad son los temas del cuento. En el duelo del final hay cifrada una trama que se repite desde las batallas de Ituzaingó y de Ayacucho. Dicha trama se repetirá por siempre, con otros nombres, en otros rincones.
Si entendemos que el tiempo es como una rueda que gira infinitamente (estas palabras son del filósofo alemán Schopenhauer, citado por Borges en “Nueva refutación del tiempo”, Otras inquisiciones, 1952), si entendemos que la historia repite la historia, podremos entender que la parálisis de Recabarren no es arbitraria, y que sirve para dar forma a esta idea de circularidad de la trama en que el destino infinito de un hombre debe ser cumplido con rigor, aún a costa de perder la vida y con ella todas las circunstancias del presente. La inexistencia del tiempo y el presente son opuestos que se unen en la resignada humanidad de Recabarren.
El tiempo es un  río que fluye (la parábola es de Heráclito) y que nos transforma. Ese tiempo, que camina lento en la vida del personaje como el curso de agua en un arroyo, es un tiempo entre mágico y real ya que la historia de “El fin” es parte de otra historia y los dos tiempos posibles son el de la llanura real de la pampa y aquel otro que supone ese ámbito cerrado de la literatura y la ficción.
Dicho esto, la averiguación de la etimología del apellido de Recabarren no es otra cosa que un elemento más agregado al personaje al que lo rodean las descripciones y objetos de dualidad, como el cencerro que puede leerse como un llamador al destino; la visión del cerco rojo de la luna, que es augurio de la muerte; y sus días en el presente, como los animales.
Cabe aclarar, hacia el final, que nuestra capacidad de comprobar el uso intencional de la citada etimología en el cuento es limitada. Aún así, en este ejercicio de relacionar conceptos, podemos inventarnos que no hay cosas libradas al azar en la literatura y que las coincidencias son parte de otra trama. En dicha trama, Borges conocía la etimología y nuestra hipótesis es, acaso, válida.

F. D. S.